Si has escuchado la palabra crudiveganismo o raw food es posible que ya mantengas un estilo de vida vegano o que estés planteándote aplicarlo en tu vida, también es probable que seas vegetariano o vegano y quieras dar el salto hacia la alimentación cruda, pero si todo esto te suena a chino y no sabes de qué estoy hablando, estate atento porque vas a descubrir en qué consiste la que considero que puede ser la forma de vivir más saludable, ética y sostenible que existe.
¿Qué es el crudiveganismo?
El crudivorismo como estilo de vida propone la adopción de
una alimentación basada en alimentos frescos y en su estado natural, es decir,
como nos los regala la madre naturaleza. Se suprimen por tanto los alimentos y
productos cocinados, procesados, desnaturalizados y modificados genéticamente y
las sustancias químicas tóxicas para nuestro organismo o que generen reacciones
perjudiciales en nuestro interior durante su digestión.
El veganismo es una filosofía de vida que podría resumirse en
la práctica de abstenerse de la utilización y consumo de productos de
origen animal, de cualquier producto que haya supuesto el maltrato y
explotación de animales en su elaboración.
El crudiveganismo o alimentación cruda brota de la fusión de estos dos mundos y
surge como respuesta a la búsqueda por alcanzar la alimentación más natural y
apropiada para el ser humano, es decir, aquella para la que nuestro cuerpo está
realmente adaptado, tanto fisiológica como biológicamente, y generando con ello
el desarrollo de un modelo de consumo y abastecimiento alimentario ético,
sostenible y respetuoso con el planeta.
¿Qué alimentos incluye la dieta cruda?
¿Qué alimentos incluye la dieta cruda?
Dentro del crudiveganismo existen varias vertientes que proponen regímenes dietéticos muy dispares. Por ejemplo, algunos autores apuestan por una dieta alta en grasas y baja en carbohidratos simples y otros sin embargo proponen una alimentación basada en frutas y hoja verde, similar a la que mantienen los animales genéticamente más próximos al ser humano, los primates de gran envergadura. Sin embargo, y a pesar de las diferentes alternativas dietéticas, los alimentos que conforman la alimentación cruda serían básicamente los siguientes:
-
Frutas
-
Hoja
verde
- Verduras
- Semillas
y frutos secos activados
- Germinados
- Algas
- Alimentos
deshidratados por debajo de 42 grados (temperatura a partir de la cual los
nutrientes empiezan a deteriorarse).
Todos estos alimentos nos aportan nutrientes esenciales en las proporciones adecuadas para que nuestro organismo funcione con eficiencia y mantienen intactas sus propiedades (enzimáticas y nutrientes), lo cual les ha valido el calificativo de “alimentos vivos”. Por el contrario, cuando los alimentos son sometidos a temperaturas mayores de 42° comienzan a perder buena parte de sus propiedades ya que las enzimas digestivas que contienen y algunos micronutrientes (vitaminas, minerales y oligoelementos) son destruidos empobreciendo de esta forma la calidad del alimento.
Además, el calor genera que la estructura molecular del
alimento cambie, lo que suele provocar que nuestro organismo no lo reconozca
como tal y lo rechace o deba hacer un esfuerzo adicional para poder digerirlo y
metabolizar sus nutrientes correctamente, todo ello genera más residuos que
nuestro cuerpo debe eliminar y supone un gasto adicional de energía que a la
larga acaba pasando factura.
BENEFICIOS DEL
CRUDIVEGANISMO
Hablar sobre las ventajas y beneficios del crudiveganismo es
hablar de salud, ética y sostenibilidad.
SALUD
Desde el plano de la salud la alimentación crudivegana aporta
importantes beneficios para nuestro organismo.
- Fortalece nuestro sistema inmune. La gran carga de nutrientes que contiene favorece el desarrollo de un sistema inmunológico capaz de actuar con efectividad cuando es necesario. La enfermedad y determinados síntomas relacionados con un sistema inmune debilitado (fatiga, dolor de cabeza, infecciones, hongos, alergias, etc) se convierten en algo anecdótico.
- Peso corporal adecuado. Al tratarse de una alimentación con muy poca carga toxica y muy depurativa nuestro organismo no se ve obligado a acumular grasa ni toxinas en su interior favoreciendo un peso corporal natural y apropiado y una buena salud cardiovascular (reducción del colesterol, regulación de la tensión, etc).
- Retraso del envejecimiento. Se trata de una dieta con alto contenido en antioxidantes, sustancias que combaten los radicales libres producidos en nuestro organismo a consecuencia de la oxidación celular.
- Aporte nutricional ideal. Los nutrientes que nos aporta (carbohidratos, proteínas, grasas, vitaminas, minerales, etc) son los que necesita nuestro organismo en las proporciones adecuadas.
- Digestiones ligeras. Los alimentos crudos se digieren con facilidad y son eliminados en menos de 24 horas, lo que permite a nuestro cuerpo extraer lo que necesita de ellos y expulsarlo antes de que comience su putrefacción.
- Buena salud intestinal. Su elevado contenido en agua y fibra facilita el paso de los alimentos por el tracto digestivo evitando que se pudran en nuestros intestinos produciendo reacciones que favorecen la aparición de algunas enfermedades (pólipos intestinales, diverticulitis, Crohn, cáncer de cólon, etc). y generando una fermentación beneficiosa para nuestra flora intestinal.
- Efecto energizante. Los alimentos crudos no requieren de un gran esfuerzo digestivo y sus nutrientes son absorbidos con facilidad, lo que unido a la carga nutritiva que nos aportan nos proporcionan la energía extra que necesitamos para sentirnos vitales y activos durante todo el día.
Además, al suprimir los alimentos
antinaturales y antifisiológicos (cocinados, procesados, desnaturalizados, etc)
que generan un elevado grado de toxemia en nuestro interior, le damos un
descanso a nuestro organismo que no tendrá que hacer un esfuerzo por evitar que
las toxinas nos perjudiquen en exceso.
- Lucidez mental. Los nutrientes y la energía que nos aporta esta alimentación mejora las funciones cerebrales y aumenta por tanto nuestra capacidad mental.
- Sencillez y ahorro de tiempo y dinero. No se cocinan los alimentos, se mancha menos, se contamina menos, se utilizan menos utensilios y aparatos de cocina (sartenes, ollas, cazos, horno, microondas, etc), se compra menos y se ahorra espacio ya que muchos de los alimentos son perecederos y no pueden guardarse por mucho tiempo.
Son muchas las personas y profesionales de la salud
que coinciden en que una buena alimentación es la mejor prevención, por lo que
es lógico pensar que si la alimentación viva es la que mejor se ajusta a
nuestras necesidades corporales, a través de ella no solo podremos recuperar la
salud perdida sino que estaremos concediendo a nuestro cuerpo la oportunidad
para alcanzar todo su potencial.
ÉTICA
Al tratarse de dieta basada en alimentos de origen
vegetal (frutas, verduras, frutos secos, etc), el crudiveganismo se aleja del
sufrimiento animal generado por el sistema alimentario industrializado,
evitando financiar con el consumo a las empresas responsables de la explotación,
maltrato y asesinato de millones de animales al año.
Por otro lado, muchos productos que son
comercializados como veganos pierden esa cualidad cuando prestamos atención a
los ingredientes que contienen y los materiales utilizados en sus envases. No
debemos olvidar que a pesar de que algunos productos no contengan animales o
derivados directos de ellos, contienen ingredientes o están fabricados con
materiales cuya obtención y elaboración conlleva el sufrimiento de los mismos,
como por ejemplo el aceite de palma cuya extracción está acabando con las
selvas de medio mundo http://www.ecologistasenaccion.es/article20061.html
Ahora bien, debido a la ingente cantidad de sustancias
e ingredientes utilizados en productos y alimentos industrializados, a veces
puede resultar muy difícil asegurarnos de que estos no estén manchados de
sangre, por lo que ante la duda lo mejor será abstenernos de comprarlos u optar
por alternativas crudiveganas más respetuosas y saludables.
Existen infinidad de posibilidades culinarias en la
alimentación cruda que nos pueden servir como sustitutivos de algunos productos
industriales a los que estamos apegados emocionalmente y nos gustaría evitar
consumir. Pasta, lasañas, panes, patés, tartas, flanes, natillas y batidos
crudiveganos nos pueden facilitar el proceso de transición hacia lo crudo y
ayudarnos a abandonar aquellos productos que no nos hacen bien internamente ni
están en consonancia con nuestra conciencia.
El sistema actual se rige por el dinero y la mayor
parte de industrias alimentarias no son ajenas a esta necesidad por lo que si
nuestras preferencias como consumidores cambian y los productos animales o
derivados de ellos empiezan a resultar menos rentables, estaremos obligando a
dichas empresas a adaptarse para sobrevivir y apostar por productos que
dispongan de mejor viabilidad comercial. Como me gusta decir, hoy nuestro
consumo tiene más poder que nuestro voto.
Por todo ello, el crudiveganismo adquiere un mayor
valor como herramienta de cambio. Si nos detenemos un momento y analizamos los
alimentos que integran esta dieta no podemos obviar que se trata de la
alimentación más respetuosa con todas las especies animales del planeta, más si
cabe si basábamos buena parte de la alimentación en nuestro alimento original y
que mejor nos sienta: la fruta.
Además, alimentándonos de manera cruda no sólo estaremos contribuyendo a un mundo más respetuoso y justo con nuestros hermanos animales sino también con nosotros mismos. Estaremos obteniendo lo que necesita nuestro cuerpo, cuidándonos como nos merecemos y actuando en consonancia a lo que pensamos y sentimos. Es decir, estaremos actuando con total coherencia con nuestra conciencia, un privilegio que lamentablemente todavía está al alcance de muy pocas personas.
SOSTENIBILIDAD
Muchos de los alimentos que consumimos en la
actualidad, e incluso aquellos que calificamos de responsables, éticos y
ecológicos, suponen una huella ecológica que en la mayor parte de ocasiones no
es tenida en cuenta ni por los fabricantes ni por los consumidores. Prueba de
ello es por ejemplo la energía requerida en la elaboración de los mismos, la
que se emplea en la fabricación de los envases que los contienen y la utilizada
en el transporte y posterior conservación de los alimentos.
Es bien sabido que los
productos animales (y aquellos derivados de los mismos) requieren más
territorio, energía y agua que cualquier otro producto alimenticio. De hecho,
se haya calculado que para producir una caloría de carne para consumo humano se
necesita casi 10 veces más energía y un 35 % más de combustibles fósiles que la
necesaria para producir una caloría de origen vegetal.
Es tal el desequilibrio energético y ambiental al que hemos llegado en
nuestro sistema de abastecimiento alimentario que por cada caloría de alimento
que llega al supermercado son consumidas 10 calorías de petróleo empleadas
únicamente en mejorar su conservación y aspecto. Si tenemos en cuenta además el
transporte intercontinental de la ingente cantidad de productos que hoy son
comercializados el problema se agrava todavía más.
Según la Organización de las Naciones Unidas para la
Agricultura y la Alimentación (FAO), sólo
el
sector ganadero produce más gases de efecto invernadero que todos los medios de
transporte utilizados por el ser humano. Sí, habéis oído bien, más que todos
los automóviles, barcos y aviones utilizados en nuestro planeta. Y por si esto no fuera poco, este
sector genera el 65% del óxido nitroso de origen humano, con 296 veces más potencial
de calentamiento global que el CO2, y también es responsable del 37% de todo el
metano producido por la actividad humana (23 veces más perjudicial que el CO2).
Y las cifras no bajan.
Todo ello nos obliga, como responsables de este suicidio medioambiental,
a buscar soluciones a una situación que si se mantiene lo suficiente en el
tiempo no puede más que derivar en un deterioro irreversible de nuestro entorno.
En este sentido, el crudiveganismo propone un consumo ecológico, local
y de temporada por lo que buena parte de estos problemas podrían revertirse si
la mayor parte de la población mantuviera una dieta con alto porcentaje en
crudos y rechazara el consumo de productos “sucios”.
Adoptando un estilo de vida crudivegano estaremos evitando el enorme
gasto energético que supone la producción y fabricación industrial de
alimentos, las sustancias químicas y tóxicas que éstos contienen y nos enferman
y los envases en los que son comercializados y que se han convertido en una de
las causas de contaminación residual con mayor incidencia de nuestro planeta. También
potenciaremos la producción de los agricultores locales, evitaremos participar
de los contaminantes sistemas de transporte de alimentos planetarios y
favoreceremos el desarrollo de una industria alimentaria sana y responsable que
realmente se preocupe por el consumidor y no anteponga el beneficio económico a
la salud de las personas y la vida de los animales.
Son muchas las herramientas de las que disponemos para mejorar el
mundo, pero sin duda alguna la más efectiva somos nosotros mismos. Con nuestro
ejemplo nos convertimos en agentes de cambio capaces de influir en los demás y
en el mundo que nos rodea. Y el crudiveganismo, con sus defectos e
imperfecciones, es un sistema de vida capaz, con nuestra ayuda, de lograr convertir
el mundo en un reflejo de aquello que nos determina como especie y nos hace ser
cada día mejores: nuestra conciencia.
Por ello animo a todos los que estéis interesados en este estilo de
vida a que no me creáis y lo experimentéis por vosotros mismos. A que no os
dejéis llevar por condicionamientos sociales o pensamientos negativos y
limitantes. A que toméis la determinación de seguir evolucionando y descubriros
a vosotros mismos. Porque todas las respuestas están dentro de vosotros/as, solo
tenéis que hacernos las preguntas adecuadas.
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